Innovación y gestión eficaz en comunicación en salud: un enfoque en digitalización y sostenibilidad
La inquietud por la búsqueda del conocimiento es sin duda un rasgo inherente a nuestra condición humana. El hombre, de forma especial a partir de la Edad Media y sobre todo del Renacimiento, es consciente de la importancia de adquirir nuevas vías hacia el conocimiento. En este contexto, la educación toma carta de naturaleza y, es en ese momento de la historia, cuando algunos pensadores adelantados a su tiempo, como Giordano Bruno, comienzan una sistemática del pensamiento dirigida a valorar la importancia y la estructura del conocimiento. Para él, la educación representa un arma potente y, la pedagogía, el método por el que transitar para optimizar los resultados, para alcanzar el “poder del saber”.
Su teoría de las tres hipóstasis refleja una ordenación de los tres agentes implicados en la sanación: el médico, el profeta y el mago. El primero es el eje de la curación pero se apoya en el profeta para saber lo que va a ocurrir tras su intervención. El profeta le aporta una parte valiosa de información tras el acto médico, el “qué” sucederá. También cuenta con el apoyo del mago, quien, con su saber mágico, puede llegar a explicar lo que la rudimentaria ciencia de la época no alcanza.
Estas tres figuras han evolucionado hasta nuestros días, aunque podríamos aventurar que los operadores se han reducido a dos figuras: el médico y el mago-profeta (el profesional de laboratorio). A pesar de ello, sus necesidades de información, y sobre todo de formación, son las mismas ya que ambos demandan una plataforma conceptual que permita estructurar su conocimiento profesional. Desde un punto de vista histórico y filosófico hemos recorrido un camino de trasformaciones: ciudades que se convierten en metrópolis, enciclopedias en ordenadores, magias en tecnologías e imágenes en iconos. En definitiva, saber en poder.
Bruno evolucionó en su Arte de la Memoria las teorías de Simónides de Ceos hasta llevarlas a su máximo esplendor. La culminación de su pensamiento y el protagonismo que otorga a la imaginación, y al ojo humano, como centro de su atrio, nos hace pensar en la imperiosa necesidad de avanzar en un modelo de conocimiento y de formación que puedan soportar con coherencia nuestros intereses intelectuales.
De la imprenta a las nuevas tecnologías
La aparición de la imprenta supuso una revolución en la transmisión de la información, limitada hasta entonces a la forma oral o al códice escrito, atesorado en bibliotecas de palacios y monasterios. Este saber se complementaba con la asistencia al iniciado, testigo privilegiado de la técnica y el acto médico. Las nuevas tecnologías que ahora manejamos permiten que el profesional asista como iniciado actual, por ejemplo, a través de la pantalla de su ordenador, a una intervención quirúrgica o consulte cualquier publicación científica en tiempo real.
La medicina está estrechamente unida al conocimiento de la naturaleza, específicamente la del ser humano. Estas nuevas tecnologías deberían transformar, con toda la fuerza posible, la concepción del conocimiento que tenemos del mundo, y más aún, de la forma de adquirirlo. Un conocimiento evolucionado que hoy se realiza de forma integrada, a través de un único canal que trabaja en términos de ancho de banda y mega bites, es decir, la tecnología multimedia.
Parece razonable pensar que, en los tiempos de la biología molecular y del mapa genético, cuando somos capaces de sintetizar nucleótidos para tratar carencias metabólicas, los modelos y los canales clásicos de formación pueden representar métodos poco eficaces o limitados de conocimiento. Además, las necesidades de nuestro receptor, el profesional de la medicina, han evolucionado paralelamente, modificando su desempeño profesional, su planificación del tiempo y, en definitiva, sus exigencias.
El médico, rehén de su tiempo, cada vez demanda más información y precisa establecer un espacio en su mente que albergue una gran capacidad de conocimiento, con el fin de hacer frente a sus funciones y a sus responsabilidades con el paciente. Para manejar todo ello, requiere de una herramienta que posibilite una mnemotecnia eficiente, aunque no tenga por qué asemejarse a aquel personaje, Funes el Memorioso1 que Borges describió en su relato. En esta dinámica profesional existen también otros factores que condicionan la cantidad de tiempo disponible para formarse y la oportunidad de encontrar el momento para hacerlo, como son los roles de pareja, de familia y de ser humano con derecho a ocio. Si no tiene tiempo para llegar a la “montaña del conocimiento” y de la formación, acerquemos a él la montaña. La mejor herramienta de la que disponemos para conseguirlo es Internet.
La concepción bruniana sostenía que el uso de imágenes posibilitaba la concurrencia del simbolismo y del arte, de la medicina iconoyátrica y de la magia y, por supuesto, del método científico. La proyección de estos conceptos y de las tres hipóstasis se integra y se moderniza, en el sentido más riguroso del término en el uso de las nuevas tecnologías.
El médico: el nuevo “iniciado”
El médico puede acceder al conocimiento a tiempo real gracias a Internet, y navegar por las modernas bibliotecas de la información disponibles en servidores. Ello es posible porque hoy la información, compilada y sometida a un proceso de recategorización adecuado, permite al usuario un acceso óptimo en todos los aspectos.
Este profesional puede también adentrarse en el territorio del profeta con herramientas pronósticas con las que, por ejemplo, puede llegar a simular el resultado futuro de su intervención terapéutica en términos de riesgo-efectividad. Y si decide adentrarse en el mundo del mago, puede visualizar modelos 3D de biología molecular, viajar por la anatomía, o asistir a la dinámica de la fisiología como un espectador de referencia.
Todo ha cambiado y sin embargo no se ha modificado en lo sustancial. El modelo clásico se ajusta pues con bastante rigor y éxito, si se me permite el término, a las tendencias que imponen las nuevas tecnologías en materia de información y conocimiento.
Resulta sorprendente que todavía hoy en día suframos una cierta reticencia al uso de nuevas herramientas interactivas y multimedia. Seguramente esta resistencia venga producida por una insuficiente calidad en el proceso de transmisión de la comunicación. Aunque todos asistimos al progreso de las comunicaciones, también somos conscientes de las “incidencias” que produce un simple teléfono móvil. A pesar de este panorama, también es cierto que contamos con soluciones sin cable cada día más eficaces y fiables. El espacio radio-eléctrico está ganando terreno, sin perjuicio de los avances de la “banda” de Telefónica.
Apostemos por Internet, un producto indiscutiblemente innovador y cada día más fiable, pero teniendo en cuenta, eso sí, factores que van desde el uso de servidores estables con un buen mantenimiento hasta el diseño de las aplicaciones, el desarrollo de los contenidos y la elección de dispositivos receptores.
Nuestra magia consiste en seguir “haciendo maravillas”, en crear un significado donde existe caos. Bruno entregó su vida para legarnos un método de creación de orden, un arte para recordar y comprender el universo.
Deberíamos trabajar para no repetir la historia y abrir las puertas de nuestra razón a sus propios logros.
La creatividad impulsa estrategias innovadoras, yace en la intersección entre el pensamiento estratégico y la originalidad, potenciando soluciones efectivas y adaptadas a las necesidades del cliente.