Innovación y gestión eficaz en comunicación en salud: un enfoque en digitalización y sostenibilidad
Información no es igual a conocimiento
Convivimos a diario con una situación que se hace especialmente llamativa en las generaciones más jóvenes.
La información no es equiparable al conocimiento. Cualquier persona que accede a Internet puede conocer cualquier dato, por específico que sea. La red también nos permite descargar una ingente cantidad de información de muy distinta procedencia y rigor.
Sin embargo, para poder interpretarla de manera eficiente, necesitamos primero un filtro previo y luego poner en relación los datos con muchas otras informaciones y referencias solventes. Solo así podemos alcanzar un grado satisfactorio de conocimiento.
Así, por ejemplo, cuando a un broker le comunican la bajada en la cotización de las acciones de su cliente, recibe información. Explicar satisfactoriamente porqué ha tenido lugar requiere conocimiento.
En este proceso resulta imprescindible el dominio previo del tema, la capacidad de establecer búsquedas de calidad y contar con herramientas que realicen o faciliten dicho análisis en el menor tiempo posible.
El mundo de la salud no es ajeno a esta situación ya que en los dos últimos años ha experimentado una profunda transformación con el impacto de nuevos medios de transmisión de la información y los cambios en la naturaleza de la misma.
Internet es un medio emergente y preeminentemente informativo. Transformarlo y convertirlo en un medio de conocimiento exige fijar unos criterios. Además, en este escenario carece de sentido abordar la cuestión de cantidad y calidad de información, porque aunque la información transmitida sea de calidad, nunca alcanzará el grado de conocimiento.
El acceso a esta información de calidad en Internet representa un gran avance para los profesionales de la medicina, pero ellos necesitan más que nadie, herramientas de análisis para alcanzar un grado satisfactorio de conocimiento que les permita tomar una decisión terapéutica, o establecer un juicio clínico. En definitiva, alcanzar un conocimiento científico sólido y contrastado.
El e-health boom
Esta explosión de nuevas tecnologías en el mundo de la salud nos ha conducido a un progreso espectacular o boom de la e-health que abre ante nosotros un universo de posibilidades.
Por ello, cada día asistimos a una oferta creciente de servicios, productos y sistemas “teóricamente pensados” para el profesional de la salud.
Esta situación se ve reforzada en gran medida porque el conocimiento científico en torno a la salud se ha globalizado, obligando a los profesionales a seguir los avances que se producen en cualquier lugar del mundo.
En términos informativos esto es muy positivo. Sin embargo, este modelo genera unos volúmenes de información científica considerables. Si no dotamos al usuario de herramientas que le permitan “parametrizar” todos los datos, poniéndolos en relación con su experiencia y con la formación disponible en su entorno profesional, dificultamos su capacidad de absorber conocimiento, por más que le proporcionemos mucha información.
Este hecho se vuelve especialmente crítico cuando difundimos protocolos o guías asistenciales avaladas, que exigen al profesional el manejo de un gran volumen de información para establecer un diagnóstico o realizar una elección terapéutica adecuada.
La e-health a medida del profesional
Dar respuesta a las necesidades del profesional puede parecer, a priori, algo tan sencillo como ofrecerle un flujo de información periódica y lo más abundante posible sobre los temas de interés relacionados con su ejercicio.
Sin embargo esta solución choca con lo anteriormente expuesto, con el desigual conocimiento que tiene este colectivo profesional de la informática y con sus limitaciones de tiempo. Además, los usuarios demandan una necesaria jerarquización en los contenidos, espacios de consulta virtuales, acreditación y plataformas flexibles que funcionen con las diversas redes en las que trabajan.
Cuando no somos capaces de salvar con nuestros productos y servicios todos estos obstáculos, el resultado final de nuestro trabajo está condenado al fracaso. Pero desde nuestra experiencia existen dos antídotos para evitarlo: el conocimiento de la realidad sanitaria y el sentido común.
El profesional de la medicina como usuario de las nuevas tecnologías
Todos nos hemos preguntado si las personas están al servicio de la tecnología o debe ser la tecnología la que esté al servicio de las personas. La respuesta puede parecer obvia, sin embargo en la realidad no lo es tanto.
El proceso de la comunicación es la conjunción de muchos factores: el perfil del usuario, las características de su PC, la arquitectura de la red a través de la cual accede a nuestro servicio, y por supuesto, el diseño de la aplicación.
Pasemos revista a algunos aspectos clave de estos factores.
El usuario
Hace tiempo, nuestro ordenador personal era sólo una herramienta personal, valga la redundancia, adaptada a medida de nuestras necesidades. En aquel momento, configurábamos nuestro entorno de trabajo, limitado al tratamiento de textos y a programas de gestión de datos.
Entonces el usuario lo era por vocación y por lo tanto tenía un interés previo.
Con el paso del tiempo, el ordenador se ha impuesto al usuario como una herramienta y nuestro cliente ha tenido que enfrentarse a la máquina por imperativo o necesidad.
Esta situación hace que nos enfrentemos a usuarios muy heterogéneos en términos de aptitud y actitud. Asumir esta realidad a la hora de desarrollar el producto informático más sencillo o el portal de salud más especializado es clave.
La concepción del software ideal es aquella en la que se simplifican tareas complejas en vez de complicar al usuario las tareas más sencillas. Un software del llamado seamless computing, es decir, transparente y casi invisible que pueda ser manejado por un usuario sin entrenamiento alguno, es la opción más adecuada.
Las redes de usuarios
Otro factor desestabilizador en el buen funcionamiento de nuestros productos es el ordenador que se utiliza para la aplicación. Cuando el ordenador del usuario forma parte de una red de ámbito local, la red a menudo está personalizada en su configuración (sistema operativo, sistemas de protección, etc.), y este hecho puede impedir el normal funcionamiento de un desarrollo.
Una buena aplicación e-health, será por tanto la que en su diseño y desarrollo tenga este aspecto en cuenta. En este sentido, diseñar aplicaciones sencillas, que precisen el menor número de requisitos técnicos, dará como resultado plataformas compatibles y asequibles al mayor número de usuarios posible.
Si además evitamos utilizar trivialmente los códigos (de usuario, promocionales, de registro, etc.) y passwords, reduciremos los niveles de complicación para el usuario, lo que se traducirá en un menor número de errores sin que la seguridad se vea sustancialmente afectada.
La aplicación y el sentido común
Los profesionales de la medicina no suelen tener mentalidad de héroes, ni se emocionan con la informática. Se aburren como los demás. Utilizan la informática como una herramienta y por lo tanto exigen que funcione bien a la primera, sin leer el manual de instrucciones. Nuestro cliente desiste cuando intenta infructuosamente acceder a una aplicación durante varios minutos, borra de su lista de webs favoritas las que no se actualizan y sufre de aburrimiento cuando tiene que realizar piruetas para navegar en una aplicación.
Los primeros responsables de que esto no suceda somos nosotros, los proveedores de servicios. Cuando las aplicaciones se diseñan en el “laboratorio de expertos” se corre este tipo de riesgos, además de un equipo de expertos programadores es necesario contar con “alguien que entienda” y aplique el sentido común.
Este perfil corresponde a un analista conocedor de la problemática real y las demandas del profesional, que actúe como punto de referencia para los equipos de desarrollo informático los cuales, podrán de esta forma construir prototipos crecientes previamente validados y por lo tanto realizados con garantía de éxito.
E-health: en busca del modelo ideal
Todas estas cuestiones bien planteadas representan un paso en la dirección correcta para alcanzar el éxito. Sin embargo, tendemos a trabajar en la búsqueda de un modelo ideal. Aquí debemos volver al punto de partida y considerar que esperamos de la aplicación. Si queremos exclusivamente informar, lo cual es lógico en cualquier iniciativa dirigida a transmitir datos, alertas bibliográficas o rendimiento en una fuerza de ventas, la presentación de los datos por sí misma con el apoyo de herramientas gráficas de presentación que faciliten la comprensión, es suficiente.
Si por el contrario lo que queremos es aportar conocimiento, es necesario escuchar a las sociedades científicas y a los comités de expertos. A partir de las necesidades que nos trasladan empezamos a construir herramientas que den respuesta.
Debemos buscar modelos y estrategias que permitan búsquedas selectivas de la información, seleccionando minuciosamente los criterios o filtros de búsqueda, medios de transmisión y puesta al día permanente, realizando asimismo análisis comparativos de resultados, para poder así ofrecer productos que van más allá de una mera herramienta de búsqueda de datos.
También se hace necesario implementar espacios de consulta interrelacionados para evitar las “islas de información” que resultan poco útiles para el usuario.
Nuestro reto es ofrecer al usuario un producto de fácil navegabilidad y altas prestaciones con la flexibilidad necesaria para adaptarse a sus requerimientos personales y profesionales, y con la capacidad de incentivar su utilización.
Siempre hemos creído que esto es posible, aunque a veces es necesario encontrar un punto de equilibrio entre lo bueno y lo mejor para cada circunstancia. De cualquier forma, el desafío es tan amplio y el ritmo exigido para responder es tan rápido, que la e-health más que una vía de desarrollo empresarial es un reto apasionante.
El impactante cambio que la tecnología nos está proporcionando es, a veces, un mero espectáculo para quien solo observa lo que pasa sin entenderlo bien, no actúa ni lo adopta como propio y suele quedar relegado a la periferia del mundo que vivimos.