La Covid-19 lo ha trastocado todo, nos ha trastocado la vida y el día a día de las personas, de las familias, de las empresas, de las ciudades, de los países y de todo el mundo. Estamos viviendo un tiempo excepcional. Este virus se ha llevado mucha gente querida y nos está haciendo sufrir como nunca nos hubiéramos imaginado. Sufrimos por los nuestros, por todos los sanitarios, por nuestros trabajos, por los negocios, y por los más vulnerables. Sufrimos por cómo quedará tocada nuestra vida y la de los nuestros, por cómo afectará a la formación de los más jóvenes, por cómo afectará a nuestro trabajo y a nuestro futuro.

Sin embargo, esta pandemia también ha provocado algunos cambios positivos. Hemos demostrado que podemos realizar teletrabajo en muchas de las compañías, hemos dedicado más tiempo para disfrutar y aprender en familia y hemos mejorado los problemas de tráfico y contaminación. Además, esta crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la importancia de contar con sectores en España con capacidad productiva para reaccionar ante una emergencia sanitaria como la industria farmacéutica, la industria de productos sanitarios y la industria de la alimentación.

En los primeros meses de confinamiento demostramos que somos más solidarios y más responsables de lo que creíamos, pero con la llegada del verano nos hemos confiado. Necesitábamos ver a los nuestros y disfrutar de esas comidas y cenas de sobremesas interminables con nuestras familias, con nuestros amigos, y hemos intentado no abrazarnos, aunque nos ha costado mucho, y hemos conseguido no darnos besos. Pero hemos bajado la guardia, y ahora con la llegada de los primeros fríos y de la vuelta al cole y a la rutina, el virus se ha hecho fuerte y nosotros volvemos a darnos cuenta de que seguimos siendo vulnerables y de que debemos continuar protegiendo a nuestros mayores, a nuestros sanitarios, a los que están más expuestos.

Además, a nuestras tribulaciones se suma la preocupación por la situación económica. Todo el mundo se pregunta ya cuándo vamos a recuperar nuestros empleos, nuestro nivel de ingresos, nuestra situación económica anterior. Y aquí se demuestra que en realidad no hemos aprendido nada. Esta pandemia ha demostrado cómo dependemos del mercado asiático, porque es más barato producir allí por los costes fiscales y laborales, aunque sea en muchos casos sin protección de los consumidores, sin garantía de calidad, sin regulación. Estamos pagando el coste de haber renunciado a la producción industrial propia en favor de otra más barata y lo estamos pagando con la pérdida de ingresos fiscales, con el pago de prestaciones sociales por desempleo, y con deuda nacional, entre otros. No es ésta la situación que queremos recuperar, queremos recuperar una situación ficticia y en realidad lo que deberíamos hacer empresas y gobiernos es estar planificando un modelo económico, social e industrial diferente, para dotarnos de una tasa de crecimiento económico y empleabilidad más razonables. Porque ésta no será la última pandemia y porque lo que nos va a dejar es un legado que no queremos y debemos trabajar para cambiar y mejorar el futuro, nuestro futuro.

Y para ello necesitamos recursos, necesitamos invertir en sectores estratégicos como la salud, necesitamos inversión pública en I+D y tecnología, necesitamos inversión en formación.

Debemos utilizar los fondos europeos en potenciar la investigación biomédica para impulsar el crecimiento de España desde la perspectiva sanitaria, económica y social, y así poder encarar las pandemias del futuro.