De paciente a partícipe, la verdadera revolución

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Cristina Grima. Socia y Directora Técnica. Core Research.

De paciente a partícipe, la verdadera revolución

20/5/2013
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Como consumidores hemos ido aprendiendo y evolucionando. Nos hemos vuelto más exigentes y hemos aprendido a comparar y elegir. Optamos por marca blanca cuando nos interesa y mantenemos nuestra fidelidad a la marca original cuando lo consideramos mejor opción.

¿Cuándo pasará esto con los temas relacionados con nuestra salud?
¿Cuándo nuestra opinión y nuestra preferencia será uno de los aspectos que se tengan en cuenta a la hora de optar por un determinado tratamiento?

No es fácil conseguir llegar a esa situación que, por otro lado, debería ser la lógica. Si nosotros somos los receptores del tratamiento, nosotros deberíamos ser parte decisora del mismo.

Cuando entramos en temas de salud (en mayor medida cuanto más grave es el problema que surge), nos encontramos con determinados “actores” que no intervienen cuando hablamos de otro sector. Diferentes actores que van teniendo sus repercusiones en la falta de control sobre la decisión final.

* “El desconocimiento”: en la mayoría de los casos, el desconocimiento es el primer actor que aparece en este contexto. No son fáciles los términos y no son fáciles las explicaciones que en ese momento nos brindan. Este desconocimiento constituye la primera barrera a superar ya que es el primer “motor” que nos empuja a delegar nuestra decisión en manos del profesional que nos atiende. En realidad, no nos han educado en este contexto, aún cuando recopilemos información no sabemos qué hacer con ella porque nos ha faltado la formación. En el mundo del consumo nos informamos cuando queremos algo, nos convertimos en pequeños expertos hasta que llegamos a la decisión final de lo que más nos conviene.

* “El temor”: temor a equivocarnos con nuestra decisión o temor a “incomodar a nuestro interlocutor”. Las consecuencias de un posible error en la decisión van más allá de una posible mala inversión en temas económicos. Nuevamente, en el mundo del consumo sería impensable que tuviéramos miedo ante nuestro interlocutor y seríamos parte activa en la conversación que nos lleva a tomar la decisión final.

* “La desprotección”: ante la enfermedad (insistimos en mayor medida cuanto más grave es la patología) una de las primeras emociones que surge es la de la desprotección. Propicia una pérdida de control (pérdida de control de la normalidad del día a día) que genera una percepción de desprotección. Una emoción que, nuevamente, nos lleva a delegar (en quien consideramos en ese momento que tiene el poder de protegernos) la decisión final.

* “La vulnerabilidad”: ligado a lo anterior, la vulnerabilidad hace su aparición. Nos auto-percibimos más débiles (no sólo es una auto-percepción también es una realidad en el contexto de la enfermedad), perdemos nuestra seguridad, impera en nosotros la sensación de que no estamos capacitados.

A estas emociones/percepciones hay que sumar dos realidades que no existen en el sector consumo y, nuevamente, son propias del sector salud:

* Ausencia de comparativa: por lo general, no existe la opción de segundas opiniones/consultas por lo que la percepción de inseguridad, a la hora de tomar la iniciativa en el tratamiento, se incrementa por la falta de elementos que contribuyan a tomar esta decisión.

* Posibilidades de elección limitadas: el destinatario final no es el único pagador por lo que la elección no es plenamente libre. Las restricciones a la prescripción, en ocasiones, se hacen palpables (p.e. cuando se manifiesta la preferencia por la marca comercial en lugar del genérico o por una determinada forma farmacéutica o por una determinada pauta de tratamiento).

Todos estos sentimientos abocan y refuerzan la decisión de delegar las decisiones de salud en los profesionales sin tomar parte activa (o tomándola de forma mínima). Ni siquiera cuando en algunas ocasiones nos dan la opción de tomar parte en la decisión nos atrevemos a hacerlo. Las respuestas de “lo que usted crea que es mejor”, “lo que usted me diga” o “¿qué haría usted si estuviera en mi lugar?” se convierten en habituales en las consultas médicas.

Los pequeños pasos que hemos dado (en el sector de la salud) han sido en el campo de los productos no financiados y/o en las EFPs. Y, sin embargo, son pequeños pasos en los que más bien, lo que hemos hecho, es cambiar al destinatario de nuestras preguntas y al que, en muchos casos, damos el poder de la decisión final. Hemos pasado del facultativo al farmacéutico.

En este contexto (el de las EFPs) ni la patología es tan grave, ni el miedo a la equivocación debería ser tan poderoso (las implicaciones de una posible mala elección están muy limitadas) ni deberíamos sentirnos tan vulnerables y desprotegidos. Pero basta con estar cinco minutos esperando en una Farmacia para escuchar a más de una persona relatando sus síntomas al farmacéutico y pidiéndole que tome por nosotros la decisión de qué producto comprar para aliviar nuestros síntomas.

No conseguimos ser tan independientes y autónomos como en el sector consumo. Seguimos creyendo que no estamos lo suficientemente capacitados para formar parte de la elección. En un alto grado, seguimos siendo sumisos y dando el poder a un tercero.

Sin embargo, sí sabemos si preferimos tomar un determinado medicamento cada 8 horas o una vez al día, sí sabemos si preferimos una pastilla o beber un líquido o un formato flas, sí sabemos si nos gustaría más o nos resulta más sencillo utilizar un determinado dispositivo u otro …

Queramos o no, en el campo de la salud también somos consumidores. En muchos casos tenemos dónde elegir (hay variedad de oferta) y podríamos tener un papel más activo en la decisión final, ¿cuándo daremos el paso?

En el sector EFPs las marcas tienen la oportunidad de hablarnos directamente pero, ¿lo hacen?, ¿nos tratan como lo hacen las marcas del sector consumo?, ¿nos enseñan para facilitarnos la labor de decidir?

En el sector de la prescripción, en España, no existe la posibilidad de que las marcas nos “hablen” directamente pero sí que nos pueden enseñar, favorecer nuestra autonomía y nuestra seguridad en este sector para conseguir que la evolución se produzca , ¿lo hacen?, ¿hasta qué punto los laboratorios farmacéuticos apuestan por el paciente y fomentan su autonomía y su participación?

Sólo algunos laboratorios han apostado por el paciente de forma clara, sólo algunos invierten en crear marca de laboratorio entre los pacientes, sólo algunos trabajan por fomentar nuestro conocimiento sobre diferentes patologías y, por ende, contribuyen a potenciar nuestro papel decisor.

Obviamente, no es una inversión cortoplacista pero, en nuestra opinión, sí es una inversión rentable. “De paciente a partícipe”, es una realidad lejana pero cada vez más cercana.

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